■ La creciente generación de residuos ha potenciado aún más el ya alto nivel reproductivo de las ratas pardas. Les mostramos la radiografía de un auténtico inexterminable.
YA ESTÁN AQUÍ...Justo detrás del tabique, en la tubería... las ratas pardas están junto a usted. El invierno suave ha favorecido su reproducción y la creciente generación de residuos las hace aún más fuertes. Inmunes a bacterias y venenos, se han vuelto casi inexterminables. Así es el enemigo número 1.
El más débil tendría que jugarse la vida. Era la ley de la colonia; los privilegios de una jerarquía impuesta por la fuerza. Los humanos habían dejado un nuevo alimento a su alcance y su olor lo hacía muy apetecible. Pero eran miles de generaciones de ratas las que les habían transmitido genéticamente una precaución hacia los alimentos que el hombre ponía a su alcance. No en vano llevaban intentando exterminarlas desde hacía, al menos, siete siglos.
El último de la colonia, un joven macho con una malformación en una pata, se vio obligado a salir del escondite tras un viejo armario del sótano de la casa. Solo, sabiendo a qué se exponía, el roedor se acercó al cebo. Debía probarlo; no tenía alternativa. Al menos la comida olía bien. Mientras tragaba los primeros bocados, el gusto apetecible del nuevo alimento le devolvió la esperanza. Cuando volvió a la madriguera, destilaba seguridad. Había salido en una peligrosa misión y había triunfado. Todos lo miraban y olfateaban, curiosos. Pero, para su sorpresa, ninguno salía a aprovechar aquella deliciosa comida ya testada. Entonces se dio cuenta. La colonia esperaba. Nadie saldría a comer hasta pasadas unas horas. Había que darle tiempo al veneno. Mientras su optimismo se desvanecía, sintió la primera contracción de dolor y supo que la comida estaba envenenada. Quince minutos más tarde la rata había muerto. Y toda la colonia tenía el registro olfativo de una comida que no probarían jamás. El veneno que se había utilizado para acabar con la colonia que infestaba la casa sólo se cobraría una víctima.
D.R.
La historia de la rata común, o rata parda (rattus norvegicus), con los seres humanos es una historia de supervivencia. Originario de China, este roedor inteligente y tremendamente adaptable ha acompañado al hombre desde que empezó su historia como especie. Y siempre se ha aprovechado de aquello que cultivamos, almacenamos o desechamos. Sin embargo, desde su llegada a Europa, la rata común se ha convertido en uno de los animales más odiados y perseguidos por el hombre.
¿Qué ha hecho este pequeño roedor para merecer un odio casi universal?
Mientras la rata parda vivió confinada en sus territorios originales, los seres humanos la respetaron e incluso en algunos países como la India llegaron a adorarla.
Pero mientras la rata parda vivía su mejor época en Asia, su pariente la rata negra (rattus rattus) llegaba a Europa con los cruzados que volvían de Asia Menor y se extendía por el Viejo Continente a una velocidad asombrosa. Esto fue el principio de una fama no del todo merecida para nuestra protagonista parda. Porque los piojos que parasitaban a las ratas negras de Europa se infectaron de una bacteria terrible, la Yersinia pestis, contagiando a las ratas y convirtiéndolas en el vector de transmisión de la peste bubónica o peste negra. Esta terrible enfermedad ocasionó dos grandes pandemias en Europa. La primera mató a la cuarta parte de la población mediterránea; la segunda, mucho más devastadora, se produjo en 1347 y en cuatro años exterminó a la mitad de la población de Europa.
Cuando la rata parda llegó a nuestro continente a principios del siglo XVIII como polizonte en barcos mercantes de Oriente, la peste ya hacía mucho que había remitido, pero les había generado un merecido odio. Era el principio de una guerra sin cuartel que desde entonces mantenemos hombres y ratas. Una guerra que, por cierto, ganan ellas.
NUNCA NOS LIBRAREMOS DE ELLAS
POR SU COLOR LA CONOCERÉIS
La rata común o rata parda (Rattus norvegicus) es originaria de China. Su nombre científico que la define como `rata de Noruega´ fue un error de John Berkenhout, naturalista inglés que en 1769 la bautizó así creyendo que había llegado a Inglaterra en barcos noruegos.
EL SEXTO SENTIDO
Pueden nadar, bucear y saltar un metro en el aire. Resisten caídas desde 15 metros de altura. Son astutas y poseen un sexto sentido, llamado memoria muscular o táctil: su sensible pelaje les permite moverse con seguridad por un laberinto en la más completa oscuridad.
La rata parda, mucho más fuerte y adaptable que la rata negra, desplazó a ésta y se hizo dueña de todas las casas, los pueblos y las ciudades que encontró en su imparable expansión. Los hombres la hemos llevado como polizón en los barcos a todos los rincones del mundo y, como consecuencia, hoy ha colonizado los cinco continentes.
Sus hábitos nocturnos, su comportamiento social y su asombrosa inteligencia la han llevado a colonizar la parte oculta de nuestras poblaciones y a multiplicarse en un número que da miedo. En las ciudades españolas se estima que hay al menos cinco ratas por habitante y, sin embargo, muy rara vez vemos una.
Intentar erradicar las ratas de una ciudad es, hasta la fecha, una tarea imposible. A pesar de que todos los años se hacen fuertes campañas de desratización, los roedores vuelven a ganar la batalla una y otra vez. Además, nuestra incesante capacidad de producir residuos las alimenta cada vez más y han colonizado el subsuelo y las canalizaciones de nuestro mundo urbano. Viven en las tuberías, en las cámaras de aislamiento, en los huecos de la cimentación, en las alcantarillas… ¿Cómo lo consiguen? La primera baza a favor de las ratas es su increíble tasa de reproducción, a lo que hay que añadir las ventajas de su jerarquización. Los machos adultos ganan por la fuerza los puestos dominantes, mientras que las ratas más débiles son relegadas y forzadas a probar las nuevas fuentes de comida. Si a esto añadimos que en dos generaciones pueden hacerse inmunes a determinados venenos (muchas ya son resistentes a los llamados `anticoagulantes de primera generación´ con los que se intenta exterminarlas) podemos entender por qué, de momento, el contador esté de su lado.
Las ratas son peligrosos vectores de enfermedades mortales como el tifus, la leptospirosis o la peste. Son, además, terriblemente dañinas con las cosechas, tanto que a nivel mundial se estima que el 10 por ciento de la producción se pierde por su culpa. Y no sólo porque se coman el grano recolectado, sino por la cantidad del mismo que contaminan y dejan inservible. Una rata puede consumir 20 kilos de grano al año y, en ese tiempo, contaminar el grano restante con 25.000 excrementos y más de seis litros de orina, mientras reparte millares de pelos potencialmente peligrosos.
Pero no sería justo terminar el artículo sin hablar de la parte positiva de las ratas comunes. Porque la tienen; y muchos sobrevivimos gracias a ella. Dado que la biología de las ratas es similar a la de los seres humanos, los científicos las han utilizado para sus experimentos. Porque nuestra rata común, la terrible rata de la que hablamos, es también la famosa `rata de laboratorio´. Millones de ellas han muerto para poner al alcance de la humanidad los sueros y las vacunas que salvan a millones de seres humanos de nuevas pandemias.
Anatomía de las ratas
Nunca nos libraremos de ellas
La vida sexual de las ratas es corta, pero muy intensa. La hembra entra en celo durante seis horas unas siete veces al año y en ese tiempo intenta aparearse todo cuanto puede. Llega incluso a copular hasta 200 veces en esas seis horas. Se calcula que una pareja puede parir al año 15.000 crías. Por suerte, la tasa de mortandad durante los primeros meses es del 80 por ciento, pero aun así las poblaciones crecen exponencialmente. Aunque lográramos exterminar al 90 por ciento de la población mundial de ratas, recuperarían su número en tan sólo medio año.
Fernando González Sitge
PARA SABER MÁS...
The story of rats. Su impacto sobre nosotros y nuestro impacto sobre ellas. S. Anthony Barnett. Ed. Allen & Unwin, 2001.
[Fuente: xlsemanal]
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